Es verdad que debemos mantener una actitud fresca y divertida frente a la vida adulta, sin embargo, hay una delgada línea que divide la inmadurez con nuestro niño exterior.
Si te encuentras en la segunda década de tu vida te estarás dando cuenta que la universidad no era tan complicada si la comparas con la vida laboral. Aquellos trabajos en equipo con tu compañero que sabías no entregaría nada y todas las exposiciones interminables de temas que ni siquiera sabías si ocuparía llevadas al extremo por profesores intentando conectar con una generación que los superaba por millones en números de seguidores y nivel intelectual con aparatos electrónicos, no son comparación con el equipo de trabajo que te asignará tu nuevo puesto, que con suerte será dentro de una empresa liderada por millenials intentando reconectar con aquellas emociones que nos hacen “amar nuestro trabajo”.
Aun así, existen aquellos valientes que logran mantener una actitud diferente, creativa y un tanto inmadura a todos los sucesos que la vida adulta les pone de frente, parecieran tener un aura diferente a todos los demás, un sinfín de pretextos para evitar molestarse por cualquier problema o una cantidad innumerable de razones para sonreír aún en los momentos más inoportunos. Pero… ¿qué tanto es demasiado inmaduro y qué tanto es un poco infantil?
Lo cierto es, que la vida que llevamos en esta nueva etapa llamada “me convertí en aquello que juré destruir” es solo un reflejo de la increíble o nefasta niñez que sucedía en aquellos fabulosos 00’s. Si bien es necesario madurar y tomar las responsabilidades que aumentan conforme las canas aparecen, también debemos explorar todas aquellas pasiones que nos mantenían al borde de la cama y nos hacían levantarnos cual domingo de vacaciones y películas de Disney Channel.
Son esos amantes de la vida quiénes nos hacen “amar lo que hacemos” y no solo “hacer lo que amamos”, porque regar nuestros amores infantiles con un juguete llamado Lego o un deporte dominguero con “señores de 25” alimenta la flama de nuestra niñez, aquella donde el internet apenas comenzaba, las navidades con los primos eran los estrenos más esperados del año y las noches antes del 6 de enero eran nuestras desveladas que asimilaban un “¿qué pasó ayer?”.
Este 30 de abril celebra el niño exterior que llevas ignorando desde hace tiempo y mantén un constante riego de influencias sobre ti mismo y los pequeños placeres de la vida.
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